27/02/2013 0:01:00
Víctor Díaz hoy tiene once años, pasó a sexto básico y tiene claro que quiere estudiar Ingeniería en Minas, pero no descarta ser animador de televisión, como Felipe Camiroaga. Aunque lamenta que algunos de sus vecinos aún no se benefician de la reconstrucción, asegura que la pena ya pasó. Es el presente del niño que simbolizó la esperanza cuando la tragedia enlutó a Chile el 27 de febrero de 2010.
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Las interminables banderas chilenas que decoran de dignidad la playa de Iloca, recuerdan en cada lugar la tragedia que golpeó a la zona el 27 de febrero de 2010. Sin embargo, la gran cantidad de veraneantes, la feria artesanal levantada, y el mobiliario municipal recién pintado expresan que la pena pasó, y que a poco de cumplir el tercer aniversario del segundo terremoto y tsunami más fuerte en la historia del país, los 345 habitantes del pueblo dependiente de la comuna de Licantén, miran alegres el porvenir. Entre los escasos lugareños de esta caleta aparece Víctor Díaz, el niño que simbolizó el espíritu solidario a pocos días del cataclismo. Es el popular Zafrada, hoy con 11 años, saludado con bocinazos por los autos que lo reconocen jugando, en una situación muy distinta a la de hace tres febreros, cuando en un video contó con gracia las penurias de la localidad. En su casa nueva, construida tras del 27-F, recibió a SoyChile.cl para conversar sobre su vida, sus sueños y los de Iloca. Lo primero que recalca es su sólida situación académica. En la Escuela Modular construida por el Desafío Levantemos Chile, que reemplazó al destruido establecimiento donde le daban “tarallines pegaos y porotos negros”, pasó a sexto básico con un 6,3. “Cuando llegaron los profes nuevos querían verme, pero no por ser famoso a uno le van a estar regalando las notas. Me tratan igual que a cualquier otro niño”, relata Víctor, que tras asegurar que sus asignaturas favoritas son Matemáticas, Historia y Lenguaje, adelanta que desea estudiar Ingeniería en Minas: “Una vez me llevaron a conocer las minas y me gustaron mucho los camiones gigantes, que son más grandes que mi casa”. Sobre la niña Susana, de quien le gustaba “la cara y el hablamiento”, contó que ella supo de los piropos, pero nunca se juntaron porque vive en la localidad de La Pesca. El Benja, en tanto, que era “el mejor amigo del mundo”, no juega con él por estos días: “en el verano no me junto tanto con mis amigos del colegio, porque a ellos les gusta el body, y a mí no me gusta mucho el agua. Me gusta andar a caballo y en moto de cuatro ruedas”. El caballo del Zafrada, Dominó, regalado por Felipe Camiroaga, luce radiante en la ladera del cerro donde se ubica la casa. El animal, junto con un computador, es el mejor recuerdo que dejó el Halcón en la vida del niño. “Acá a Felipe lo quiere mucho la gente”, dice. Es el mismo animal que usa para pasear con turistas, a quienes cobra $1500 por llevarlos a conocer el lugar. De sus viajes a Santiago, al mundo de la televisión que lo recibió en andas, lo que más lo marcó fue la figura de Camiroaga, quien incluso lo motiva a algún día ser una figura de la pantalla chica. “Me gustaría volver a la tele, nos atendieron muy bien, lo pasé muy bien y me gustó mucho”. En todo caso, advierte que “me gustaría animar como lo hacía Felipe, pero no estar en un programa como Yingo”. Ya más reflexivo, el Zafrada, consciente del importante rol que jugó para la atención que el país le puso a Iloca, cuenta que “a la gente ya se le pasó la pena, pero hay algunos a quienes todavía no les reconstruyen. A Iloca ahora viene más gente que la que venía antes del terremoto. El pueblo se hizo más conocido. La gente que llega sabe que en parte gracias a mí el pueblo se reconstruyó”. Sobre si el apodo Zafrada, que ya tiene un carácter nacional, le complica, aclara que “me da lo mismo que me digan Zafrada o Víctor, si algunos no se saben mi nombre ¿qué le voy a hacer?”. Víctor también se dio el tiempo para recordar los memes en que aparecía como Presidente de la República, una de las cosas que más le llamó la atención cuando se hizo famoso. “Me leseaban, algunos amigos me colocaban esas chombas grandes que usan los presidentes y me decían que iba a ser uno de ellos”, dijo. Por último, invitó a los turistas a visitar el pueblo, sin miedo a las calamidades que cada cierto tiempo azotan a Chile: “quiero invitar a toda la gente a que venga acá al pueblo de Iloca, que está súper bonito, está súper reconstruido. Los invito a venir aquí, porque yo creo que no va a pasar nada más en muchos años más, que a lo mejor ya ni estemos. Por eso los invito a visitar Iloca, a bañarse y a comer el buen pescado”. En la carretera, el último bus de regreso a Constitución se llena de veraneantes a las 18:30, cuando el sol entra de lleno al océano que hace tres años estremeció al país.
Víctor Díaz hoy tiene once años, pasó a sexto básico y tiene claro que quiere estudiar Ingeniería en Minas, pero no descarta ser animador de televisión, como Felipe Camiroaga. Aunque lamenta que algunos de sus vecinos aún no se benefician de la reconstrucción, asegura que la pena ya pasó. Es el presente del niño que simbolizó la esperanza cuando la tragedia enlutó a Chile el 27 de febrero de 2010.
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Las interminables banderas chilenas que decoran de dignidad la playa de Iloca, recuerdan en cada lugar la tragedia que golpeó a la zona el 27 de febrero de 2010. Sin embargo, la gran cantidad de veraneantes, la feria artesanal levantada, y el mobiliario municipal recién pintado expresan que la pena pasó, y que a poco de cumplir el tercer aniversario del segundo terremoto y tsunami más fuerte en la historia del país, los 345 habitantes del pueblo dependiente de la comuna de Licantén, miran alegres el porvenir. Entre los escasos lugareños de esta caleta aparece Víctor Díaz, el niño que simbolizó el espíritu solidario a pocos días del cataclismo. Es el popular Zafrada, hoy con 11 años, saludado con bocinazos por los autos que lo reconocen jugando, en una situación muy distinta a la de hace tres febreros, cuando en un video contó con gracia las penurias de la localidad. En su casa nueva, construida tras del 27-F, recibió a SoyChile.cl para conversar sobre su vida, sus sueños y los de Iloca. Lo primero que recalca es su sólida situación académica. En la Escuela Modular construida por el Desafío Levantemos Chile, que reemplazó al destruido establecimiento donde le daban “tarallines pegaos y porotos negros”, pasó a sexto básico con un 6,3. “Cuando llegaron los profes nuevos querían verme, pero no por ser famoso a uno le van a estar regalando las notas. Me tratan igual que a cualquier otro niño”, relata Víctor, que tras asegurar que sus asignaturas favoritas son Matemáticas, Historia y Lenguaje, adelanta que desea estudiar Ingeniería en Minas: “Una vez me llevaron a conocer las minas y me gustaron mucho los camiones gigantes, que son más grandes que mi casa”. Sobre la niña Susana, de quien le gustaba “la cara y el hablamiento”, contó que ella supo de los piropos, pero nunca se juntaron porque vive en la localidad de La Pesca. El Benja, en tanto, que era “el mejor amigo del mundo”, no juega con él por estos días: “en el verano no me junto tanto con mis amigos del colegio, porque a ellos les gusta el body, y a mí no me gusta mucho el agua. Me gusta andar a caballo y en moto de cuatro ruedas”. El caballo del Zafrada, Dominó, regalado por Felipe Camiroaga, luce radiante en la ladera del cerro donde se ubica la casa. El animal, junto con un computador, es el mejor recuerdo que dejó el Halcón en la vida del niño. “Acá a Felipe lo quiere mucho la gente”, dice. Es el mismo animal que usa para pasear con turistas, a quienes cobra $1500 por llevarlos a conocer el lugar. De sus viajes a Santiago, al mundo de la televisión que lo recibió en andas, lo que más lo marcó fue la figura de Camiroaga, quien incluso lo motiva a algún día ser una figura de la pantalla chica. “Me gustaría volver a la tele, nos atendieron muy bien, lo pasé muy bien y me gustó mucho”. En todo caso, advierte que “me gustaría animar como lo hacía Felipe, pero no estar en un programa como Yingo”. Ya más reflexivo, el Zafrada, consciente del importante rol que jugó para la atención que el país le puso a Iloca, cuenta que “a la gente ya se le pasó la pena, pero hay algunos a quienes todavía no les reconstruyen. A Iloca ahora viene más gente que la que venía antes del terremoto. El pueblo se hizo más conocido. La gente que llega sabe que en parte gracias a mí el pueblo se reconstruyó”. Sobre si el apodo Zafrada, que ya tiene un carácter nacional, le complica, aclara que “me da lo mismo que me digan Zafrada o Víctor, si algunos no se saben mi nombre ¿qué le voy a hacer?”. Víctor también se dio el tiempo para recordar los memes en que aparecía como Presidente de la República, una de las cosas que más le llamó la atención cuando se hizo famoso. “Me leseaban, algunos amigos me colocaban esas chombas grandes que usan los presidentes y me decían que iba a ser uno de ellos”, dijo. Por último, invitó a los turistas a visitar el pueblo, sin miedo a las calamidades que cada cierto tiempo azotan a Chile: “quiero invitar a toda la gente a que venga acá al pueblo de Iloca, que está súper bonito, está súper reconstruido. Los invito a venir aquí, porque yo creo que no va a pasar nada más en muchos años más, que a lo mejor ya ni estemos. Por eso los invito a visitar Iloca, a bañarse y a comer el buen pescado”. En la carretera, el último bus de regreso a Constitución se llena de veraneantes a las 18:30, cuando el sol entra de lleno al océano que hace tres años estremeció al país.