03/02/2014 17:32:00
Los suplementos antioxidantes, que en ocasiones se venden como panacea contra el envejecimiento o el cáncer, pueden agravar estos problemas. Los expertos recomiendan consumirlos dentro de una dieta equilibrada y redefinir un concepto sobreexplotado comercialmente.
El poder de una buena historia es, en ocasiones, uno de los mayores obstáculos para acercarse a la verdad. Esas historias sencillas, con buenos y malos bien separados, en las que todo parece encajar dentro de nuestro sentido común, son muy atractivas, pero con frecuencia se alejan de una
realidad irritantemente compleja.
Una de estas buenas historias que han tenido bastante éxito en nuestras ideas sobre la salud comenzó en los años cincuenta del siglo pasado. Entonces, Denham Harman, investigador de la Universidad de California en Berkeley (EEUU), planteó que la
causa del envejecimiento eran los radicales libres, un tipo de compuestos que oxidaban el organismo. El óxido, que a la vista de todos se acumulaba en los cacharros viejos y los deterioraba, también era culpable de los achaques de la edad en los humanos. Todo cuadraba.
Esta teoría se justificaba por la observación, por ejemplo, de cómo los rayos X o las bombas nucleares, que son muy dañinos para las células, desencadenaban la producción de radicales libres en el organismo. Además, se sabía que los radicales libres y el daño celular se incrementaban con la edad.
Para contrarrestar este efecto de oxidación de los radicales libres, se apuntó a los antioxidantes, después de que algunos estudios indicasen que las comidas ricas en estos elementos podían ayudar a reducir el daño de la radiación. Durante mucho tiempo, la idea de que algunas sustancias pudiesen mitigar la oxidación que el tiempo produce sobre el cuerpo y lo envejece caló. La realidad, como comprobaron muchos investigadores que trataron de poner a prueba la teoría de Harman, no era tan simple.
La semana pasada,
un estudio publicado en la revista Science Translational Medicine indicaba que, para algunos individuos con hábitos de riesgo, como fumar, el consumo de suplementos antioxidantes podía acelerar el desarrollo del cáncer de pulmón. Este resultado, obtenido en ratones, apoya otros anteriores con resultados similares e indica que
algunos antioxidantes, como la vitamina E, pueden ser perniciosos en casos determinados. “Tomar antioxidantes extra podría ser dañino y acelerar el crecimiento de algunos tumores”, afirma
Martin Bergo, de la Universidad de Gotemburgo. “Si yo tuviese un paciente con cáncer de pulmón, no le recomendaría tomar un antioxidante”.
El resultado
no significa, sin embargo, que haya que dejar de tomar alimentos ricos en antioxidantes como las frutas o las verduras. “El efecto protector de los antioxidantes de los alimentos es real”, afirma Irene Bretón, miembro del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). Sin embargo, “hay que apartar la idea de que los radicales libres y el sistema oxidativo son intrínsecamente malos”, añade.
“Los mecanismos oxidantes le sirven al cuerpo para luchar contra gérmenes y bacterias o incluso contra la aparición de algunas células tumorales en momentos concretos”, señala.
Estos efectos positivos de la oxidación ya los habían detectado investigadores desde los años setenta. Los experimentos realizados en aquella época no encontraron un vínculo entre el incremento de los niveles de antioxidantes y la extensión de la esperanza de vida en los animales empleados como modelo. A partir de los años noventa, la posibilidad de manipular los genomas en los animales permitió cambiar la cantidad de enzimas antioxidantes que producían y comprobar con mayor precisión el efecto de estos elementos sobre la esperanza de vida.
Experimentos como los de Arlan Richardson, del Instituto Barshop para el Estudio de la Longevidad y el Envejecimiento de la Universidad de Texas (EEUU), no encontraron esa relación. Esto no impide que en farmacias y herbolarios se sigan encontrando remedios antioxidantes que prometen acabar con el
envejecimiento.
“El punto de partida para tratar de comprender este problema es saber de qué estamos hablando”, explica Juan Carlos Espín, investigador del Grupo de Investigación en Calidad, Seguridad y Bioactividad de Alimentos Vegetales del CEBAS-CSIC (Murcia). Respecto al trabajo de los investigadores suecos señala que “habla de dos antioxidantes de mecanismos muy distintos, uno es una vitamina y el otro un aminoácido modificado, que no tienen nada que ver”. Sobre lo que se conocen como antioxidantes, aclara que “son miles de moléculas de estructuras muy diversas, de actividades antioxidantes muy diversas”.
Espín es uno de los padres del
Revidox, uno de los fármacos a los que se atribuye la capacidad de frenar el envejecimiento más conocidos. Es frecuente encontrar este producto, producido a partir de la uva, bajo la etiqueta de antioxidante. Sin embargo, como explica el profesor de investigación del CSIC, “el resveratrol [el principio activo del Revidox] es una molécula que como antioxidante es muy mediocre”. Su forma de actuar es a partir de “efectos fundamentalmente antiinflamatorios”, añade.
“El término antioxidante está sobreexplotado comercialmente y con bastante poca evidencia científica”, opina Espín. “Muchas actividades antioxidantes se prueban en probetas, empleando modelos, pero después, cuando tú ingieres esas moléculas, se transforman y pueden tener otros efectos distintos que no sean antioxidantes”, concluye. Algunos estudios han mostrado que la
absorción de los antioxidantes que se encuentran en el té verde o en el vino, por ejemplo, depende del equilibrio de azúcar, grasas y etanol que los acompaña en su trayecto hasta el intestino delgado.
Oxidar el cáncer para combatirlo
“Hay infinidad de matices”, continúa Espín. “Hace unos años, en prevención cardiovascular se pensaba que los suplementos antioxidantes podían ayudar, pero ese boom ya ha pasado”, señala. “En el cáncer, hay tantos procesos que llevan a la enfermedad, que también hay uno que es el estrés oxidativo”, agrega. Por eso, “se asociaba el uso de antioxidantes en una cantidad elevada a una posible prevención”, indica. Sin embargo, y sigue con los matices, “nosotros hemos hecho ensayos en ratones, a los que les hemos dado excesos de antioxidantes que lo que hacen es promover tumores”. Para complicar aún más la situación, una de las estrategias empleadas en la quimioterapia es la aplicación de fármacos que provocan especies reactivas, que fomentan la oxidación en el entorno del tumor para atacarlo y
tomando antioxidantes se puede interferir en el tratamiento.
En resumen, Espín considera que el término antioxidante “necesita redefinirse” para que no se metan en el mismo saco moléculas que tienen poco que ver. Además, el investigador recuerda que “el exceso de lo bueno”, como una dosis excesiva de resveratrol, “también pude ser malo”. “Lo que hay que hacer es tener una dosis equilibrada, variada y punto”, concluye.