10/12/2012 22:37:00
El doctor Javier Mínguez, médico de una cárcel española, explicó cómo desarrollan la práctica.
La moda del tatuaje lleva años extendiéndose por todo el mundo, cada vez menos personas la asocian con aquella práctica propia de gente poco recomendable... pero todavía existe en ambientes como las cárceles, donde se utiliza como medio de expresión, en unas condiciones higiénicas deplorables. A pesar de las estrictas prohibiciones, muchos presos logran eludir la seguridad y decorar sus cuerpos con dibujos "de escaso valor artístico pero con una gran carga simbólica", según explicó el doctor Javier Mínguez, médico de la cárcel de Soria (España). Resultan muy llamativas las máquinas artesanas que elaboran los reclusos. Sólo necesitan un motor y una alimentación, que obtienen desmontando aparatos de música; un eje que sostenga la aguja, y un sistema basculante para generar el movimiento. Pero todavía más rudimentaria es la tinta, que la extraen de bolígrafos, o incluso la fabrican con mina de lapicero chafada. Todo ello, por supuesto, sin ninguna clase de desinfección, según afirmó el doctor Mínguez. Siendo así, no es de extrañar que el doctor se haya enfrentado a casos de infecciones, alergias, trombosis y todos ellos en riesgo de transmisión de enfermedades como el SIDA o la hepatitis. Riesgos que parecen no importarles a los presos, frente a la libertad que sienten al poder expresarse con su cuerpo.
El doctor Javier Mínguez, médico de una cárcel española, explicó cómo desarrollan la práctica.
La moda del tatuaje lleva años extendiéndose por todo el mundo, cada vez menos personas la asocian con aquella práctica propia de gente poco recomendable... pero todavía existe en ambientes como las cárceles, donde se utiliza como medio de expresión, en unas condiciones higiénicas deplorables. A pesar de las estrictas prohibiciones, muchos presos logran eludir la seguridad y decorar sus cuerpos con dibujos "de escaso valor artístico pero con una gran carga simbólica", según explicó el doctor Javier Mínguez, médico de la cárcel de Soria (España). Resultan muy llamativas las máquinas artesanas que elaboran los reclusos. Sólo necesitan un motor y una alimentación, que obtienen desmontando aparatos de música; un eje que sostenga la aguja, y un sistema basculante para generar el movimiento. Pero todavía más rudimentaria es la tinta, que la extraen de bolígrafos, o incluso la fabrican con mina de lapicero chafada. Todo ello, por supuesto, sin ninguna clase de desinfección, según afirmó el doctor Mínguez. Siendo así, no es de extrañar que el doctor se haya enfrentado a casos de infecciones, alergias, trombosis y todos ellos en riesgo de transmisión de enfermedades como el SIDA o la hepatitis. Riesgos que parecen no importarles a los presos, frente a la libertad que sienten al poder expresarse con su cuerpo.