01/09/2013 8:53:53
El académico consideró “innecesaria la reconciliación”, mientras que el ex congresista destacó el perdón ofrecido por el senador UDI Hernán Larraín.
Ricardo Núñez: “No fuimos capaces de entender a la clase media”
- ¿Cuál fue la idea de trabajar con tantos y tan distintos personeros en el libro “Las voces de la reconciliación”?
- Lo que hicimos no fue sino lo que cualquier país decente debe realizar: tener presente que sobre temas tan complejos siempre van a existir opiniones muy distintas. La heterogeneidad no es un mal en sí mismo. La diversidad enriquece las posibilidades de estructurar pensamientos comunes. La gran virtud del libro no es sólo que estén cuatro Presidentes de Chile, cuestión muy poco usual en la vida literaria del país, sino que hay una diversidad de personajes. Y eso habla bien de Chile.
- ¿Por qué piensa que la reconciliación es una tarea inconclusa?
- El proceso de la reconciliación está inconcluso. No se han hecho todos los esfuerzos políticos, espirituales o jurídicos necesarios para que sea más profundo. Es cierto, y lo dicen casi todos los que exponen en el libro, que vivimos un momento diametralmente distinto a lo que vivíamos en el pasado. En Chile hoy se respeta la democracia, la libertad es un logro que hemos conquistado todos y los derechos humanos forman parte esencial de la convivencia y no es una mera declaración.
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¿El reciente caso del general (R) Juan Emilio Cheyre grafica, según usted, casos en que personeros de diverso nivel sabían lo que pasaba y, hasta hoy, no han entregado esos antecedentes?
- Esto no es sólo un problema ético, sino que un drama que vivió una persona. Eso no se denunció por miedo a ser víctima de sus superiores. Son preguntas que nos debemos formular a esta altura.
- ¿Hubo exceso de pragmatismo político en la transición?
- El temor a no volver al pasado y la presencia de Pinochet, primero en la comandancia en jefe del Ejército y luego desde el Senado, intimidaba a la transición. El error que cometimos es que nos dejamos intimidar por quienes eran la expresión del pasado, de un momento dramático que todos queríamos superar pero no sabíamos el camino más indicado.
- Durante muchos años se habló de una transición ejemplar. Sin embargo, usted dice que ese fueron intimidados.
¿Cuál es la calificación que hace de este proceso?
- En algunos aspectos la transición fue ejemplar. Se reconstruyeron las instituciones y la democracia comenzó a funcionar con partidos que adquirieron libertad suficiente para llevar adelante elecciones libres. Pero se mantuvo el binominal y eso es la gran debilidad. Y la UDI insiste en mantener el binominal, sabiendo perfectamente que mantenerlo nos lleva indefectiblemente a la crisis del sistema político. Esa es una enorme responsabilidad y está llevando al país a una crisis política.
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¿Cree, como dijo Michele Bachelet, que hay sectores que no han mostrado un debido arrepentimiento? Evelyn Matthei dijo que no tenía de qué pedir perdón, pues para el golpe tenía 20 años.
- Lamento que personas como alguien que pretende ser Presidenta de Chile, en el caso de Matthei, se escuden en sus 20 años. Si ella -y muchos otros- tuvieran la misma altura moral que la de Hernán Larraín, es muy probable que los que nos encontramos en las antípodas no tengamos otro ejemplo que seguir que el de Larraín. Todos sabemos que a esa edad tenemos plena conciencia.
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¿Cómo se enmarca el perdón del senador Larraín en esto, teniendo en cuenta que representa a un partido que participó de ese gobierno?
- No me cabe duda que es un hecho no solamente sorpresivo. El como académico y político entiende que hay dificultades y problemas serios, y que hay que comprender a la mujer que perdió a su hijo o a los chilenos que aún no encuentran los restos de sus seres queridos. Este es un drama mayor, y es cierto que también hubo drama entre los militares. Pero eso no es comparable con el problema de quienes no podíamos pensar libremente.
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¿Cómo convivió la izquierda con la idea de que parte importante de la población miró con buenos ojos la llegada de los militares en 1973?
- La izquierda no puede desconocer que hubo un sector importante de Chile que lamentablemente vio en el golpe una salida a la crisis. El tema desde la izquierda es cómo se provocó la crisis. Y cada vez conocemos más detalles de la actuación de Estados Unidos.
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¿Les faltó mirar distinto a la clase media?
- Una de las críticas que se han hecho la izquierda y el PS es la visión maniquea que teníamos de la sociedad. Habían buenos y malos, burgueses y proletarios. Donde la clase media estaba sobrando. Y eso es absurdo. En un país como el nuestro desde los años 20 se venía desarrollando una clase media muy poderosa. Y no fuimos capaces de entender que esa clase media no estuvo dispuesta a acompañarnos en la construcción de una sociedad socialista, cuyos parámetros la gente relacionaba con la ex Unión Soviética y Cuba, que claramente no eran los mejores ejemplos.
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¿Este aniversario será definitorio de la campaña presidencial?
- Es posible que ahora en la campaña presidencial se retroceda más que se avance en la reconciliación. Pero no creo que defina la campaña, sabiendo que Michelle Bachelet y Evelyn Matthei representan dos puntos muy distintos del escenario político en Chile. Formará parte del escenario, pero no será lo sustantivo.
Joaquín Fermandois: “Es innecesaria la reconciliación”
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¿Por qué, a 40 años del golpe de Estado de 1973, persisten los debates en torno a este episodio? ¿Algún día se cerrará la discusión?
- Pienso que el debate no va a concluir durante nuestras vidas. Irá disminuyendo con el paso de las décadas, pero va a ser lento. Una de las razones es que esto -el Gobierno de Salvador Allende, después el golpe y el régimen de Augusto Pinochet- tuvo un impacto mundial. La razón mundial revierte mucho sobre Chile. La segunda razón es que fue un quiebre muy grande en Chile. El golpe de 1973 fue precedido por un quiebre. Las dos partes convocaron a los militares y eso ayudó a la violencia. Y fue una violencia completamente desproporcionada, sobre todo los primeros años. En tercer lugar está el tema de la duración del régimen, un régimen personalista, extraño en la tradición republicana chilena, incluso en la monárquica, incluso en la época del reino de Chile, donde los gobernadores duraban un tiempo, algunos duraron más, otros menos, pero había un cambio de autoridad. Eso fue extraño. Todos estos elementos -las características del golpe, lo que sigue, lo que le precede y el factor internacional- explican la duración de este debate, que no disminuye.
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¿Le parece que este debate, más que pretender encaminar a un entendimiento, tenga una intencionalidad política en este año electoral?
- Todas estas grandes causas son usadas siempre, eso es inevitable, así sucede. Y por supuesto, la coincidencia del año electoral con los 40 años del golpe es un tema importante. La nueva democracia chilena es tanto una fase. ¿Cuán radical va a cambiar o va a ser un cambio evolutivo?, eso lo veremos yo creo en los próximos años. Yo pienso que va a ser más bien evolutivo, pero hay ciertas incertidumbres. La derecha está más complicada que la izquierda con esto. Yo creo que la izquierda también debiera estar un poco complicada, pero no lo está tanto como la derecha. Entonces, eso le añade más pasión.
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¿Cuánta implicancia tendrá esta conmemoración en la campaña presidencial durante este año?
- Va a ser un elemento más que favorece a Michelle Bachelet, o a otros candidatos como a Marco Enríquez-Ominami y el resto, pero sospecho que no mucho.
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¿Qué le pareció el perdón ofrecido por el senador de la UDI Hernán Larraín por, a su juicio, no haber contribuido a la reconciliación del país?
- Esto tiene una dimensión privada y una dimensión pública. El pedir perdón es un gesto importante que tiene toda una tradición dentro del mundo católico. La confesión tiene una consecuencia sublime. Pero se ha transformado en algo de farándula también, todos perdonan a medio mundo. Se ha transformado en un rito mediático. Yo ya no respeto mucho el acto de pedir perdón, porque creo que ha perdido un poco de autenticidad.
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¿Gestos como pedir perdón no contribuyen a la reconciliación del país, entonces?
- No. Yo lo vi con el caso triste del general (Juan Emilio) Cheyre, que hizo tanto por cambiar algunas cosas, pero lo aprietan, lo aprietan y lo aprietan, lo oprimen. No basta un perdón. Entonces, claro, van a tener que cuidarse los que van a pedir perdón porque no sirve de nada.
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¿Qué se requiere, entonces, para la reconciliación?
- No, yo creo que es innecesaria la reconciliación. El 90 % de los chilenos -me quedo chico, digo 10 % por si las moscas- no está enemistado por el pasado. Que el pasado sirve de proyectil en la actualidad, sí, eso sí, pero que sea tan importante la reconciliación para el futuro del país, no. Lo que se está tratando de imponer es una sola idea acerca del pasado. Eso no me parece válido. Yo creo que es bueno el debate. Yo no soy partidario del perdón como un elemento mediático. Sí de la maduración. Por cierto la derecha tuvo una falla, pero la izquierda también, en algún momento, en otras circunstancias.
- ¿
Cómo se puede materializar esa maduración de la que usted habla?
- Yo creo que con el debate. Yo creo que el país aportó mucho entre los años 80 y los 90, hubo un gran cambio, un gran progreso. Yo creo que ése fue un elemento muy importante, que se tiende a menospreciar, pero que fue fundamental para que Chile mejorara. No sé si puedo ser tan optimista en la situación actual.
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¿Cuál es su evaluación del proceso de transición?
- Buena, porque si pensamos en lo que pasaba hace 30 años, no había esperanza en un país polarizado, había terroristas y contraterroristas, una crisis económica espantosa. Y se pudo salir de todo eso. Brillante. El caso chileno es mirado con asombro en otras partes.