23/09/2017 9:35:47
Eduardo Moya (23) y Jesús Bravo (34) saben que son también sospechosos del asalto. Aseguran que son inocentes y que no se sienten apoyados por la empresa.
El martes pasado delincuentes robaron $16 mil millones de la empresa de valores Esertval en la comuna de Independencia, monto que superó con creces al robo del siglo. El lugar sólo estaba respaldado por dos vigilantes: Eduardo Moya (23) y Jesús Bravo (34), ambos son cuñados y viven en el mismo domicilio en Lo Prado. "Cuando ocurrió el asalto, llegó mi primer jefe, que es gerente contralor, y en vez de preguntarnos cómo estábamos, nos dijo 'por qué no apretaron la cagá de alarma'", relató Moya. En entrevista con El Mercurio, los dos saben que las sospechas también apuntan contra ellos pero aseguran que son víctimas del delito. "La alarma no funcionó. Si hubiera funcionado, los pillan en la calle. Se supone que tenemos dos minutos de reacción de Carabineros al apretar el Alpha II -el sistema de alarma que conecta con la policía- y (no pasó) nada", agregó el guardia. Tanto Moya como Bravo dicen sentirse abandonados por la empresa. "No, yo no me siento apoyado (...) La empresa anda metida en el seguro, en nada más", afirmó el menor de los guardias. Además, Moya comentó que esa noche "desde las tres de la mañana estábamos mojados, por la temperatura que había y la humedad y porque nos orinamos. Estábamos muertos de fríos les preguntábamos a los carabineros cuando íbamos a constatar lesiones, pero nos dijeron que primero debíamos dar las declaraciones". Esa noche Bravo fue quien salió a comprar cigarros. "Siempre salimos. Llegas en la mañana, te cambias ropa, pasa un rato para que salgan los camiones. No se puede, pero siempre lo hacemos. Laboralmente sí es un error, pero es algo que se hace a diario". El día del asalto Moya recuerda que lo vio al regresar por las cámaras de seguridad, momento en que se abalanzaron sobre él un grupo de delincuentes. "Nos arrastraron, nos pegaron, nos pasaron a una sala. Nos querían matar". De acuerdo a su testimonio, los delincuentes los golpearon para sacar información de cómo operaban las bóvedas, información que ellos desconocían: "Nunca hemos entrado. Eso solamente los jefes lo ven y las personas que trabajan en tesorería". Y agregaron que sin duda estaba preparados, usaban radios para comunicarse, zapatos de construcción y trasladaron los bultos de dinero en carros de supermercados.
Eduardo Moya (23) y Jesús Bravo (34) saben que son también sospechosos del asalto. Aseguran que son inocentes y que no se sienten apoyados por la empresa.
El martes pasado delincuentes robaron $16 mil millones de la empresa de valores Esertval en la comuna de Independencia, monto que superó con creces al robo del siglo. El lugar sólo estaba respaldado por dos vigilantes: Eduardo Moya (23) y Jesús Bravo (34), ambos son cuñados y viven en el mismo domicilio en Lo Prado. "Cuando ocurrió el asalto, llegó mi primer jefe, que es gerente contralor, y en vez de preguntarnos cómo estábamos, nos dijo 'por qué no apretaron la cagá de alarma'", relató Moya. En entrevista con El Mercurio, los dos saben que las sospechas también apuntan contra ellos pero aseguran que son víctimas del delito. "La alarma no funcionó. Si hubiera funcionado, los pillan en la calle. Se supone que tenemos dos minutos de reacción de Carabineros al apretar el Alpha II -el sistema de alarma que conecta con la policía- y (no pasó) nada", agregó el guardia. Tanto Moya como Bravo dicen sentirse abandonados por la empresa. "No, yo no me siento apoyado (...) La empresa anda metida en el seguro, en nada más", afirmó el menor de los guardias. Además, Moya comentó que esa noche "desde las tres de la mañana estábamos mojados, por la temperatura que había y la humedad y porque nos orinamos. Estábamos muertos de fríos les preguntábamos a los carabineros cuando íbamos a constatar lesiones, pero nos dijeron que primero debíamos dar las declaraciones". Esa noche Bravo fue quien salió a comprar cigarros. "Siempre salimos. Llegas en la mañana, te cambias ropa, pasa un rato para que salgan los camiones. No se puede, pero siempre lo hacemos. Laboralmente sí es un error, pero es algo que se hace a diario". El día del asalto Moya recuerda que lo vio al regresar por las cámaras de seguridad, momento en que se abalanzaron sobre él un grupo de delincuentes. "Nos arrastraron, nos pegaron, nos pasaron a una sala. Nos querían matar". De acuerdo a su testimonio, los delincuentes los golpearon para sacar información de cómo operaban las bóvedas, información que ellos desconocían: "Nunca hemos entrado. Eso solamente los jefes lo ven y las personas que trabajan en tesorería". Y agregaron que sin duda estaba preparados, usaban radios para comunicarse, zapatos de construcción y trasladaron los bultos de dinero en carros de supermercados.